Abro este blog para compartir algunas reflexiones sobre derechos humanos en El Salvador...

martes, 16 de diciembre de 2008

El zapatazo a Bush

El repudio se puede expresar de muy distintas formas, ¿no?


A zapatazo limpio despiden a Bush

Deisy Francis Mexidor

Quiso sorprender y fue el sorprendido. George W. Bush no acaba de aprender la lección: en el mundo no lo quieren. A cualquier sitio que llega es ¡fo!, como si apareciera la peste. Pero ya no le queda tiempo. Apenas le resta poco más de un mes para abandonar su puesto en la Oficina Oval. Deplorable ha sido su paso por la Casa Blanca.

Ahora W. tuvo en pleno suelo iraquí un recordatorio de la oposición ferviente a sus políticas cuando un hombre le arrojó sus zapatos, seguiditos, uno después del otro, durante una conferencia de prensa en Bagdad. El mandatario llegó este domingo a la capital de la nación árabe en una visita no anunciada para "despedirse" de las tropas, 17 días antes de entrar en vigor un controversial acuerdo militar con ese país.

Muntadar al-Zeidi, corresponsal para la estación de televisión iraquí Al-Baghdadia, con sede en El Cairo, Egipto, fue identificado como el autor del ataque a W. con los improvisados proyectiles, ante la mirada atónita del primer ministro de Iraq, Nuri al-Maliki, y el asombro de los guardias de seguridad, según lo reflejaron las imágenes de la CNN.

Todo sucedió en un dos por tres: el periodista se levantó de su asiento al grito de "este es el fin" y "perro", mientras lanzaba el primer zapatazo. Bush se agachó para evadir el golpe y de inmediato le mandó el segundo, aunque erró el blanco.

Minutos después el presidente trató de restar valor a lo ocurrido y a modo de broma expresó: "Lo que puedo informar es que son de tamaño 10" y en otro comentario dijo no saber cuál fue la causa de la agresión, pues estaba convencido de que lo sucedido "no representa al pueblo de Iraq". ¿Está seguro George?

En la cultura árabe, arrojarle los zapatos a alguien es una de las mayores señales de desprecio. ¿Habrá que recordarle a Bush las razones del rechazo?

http://www.granma.cu/espanol/2008/diciembre/lun15/zapatazo.html

Ahora, un poco de humor...


jueves, 11 de diciembre de 2008

Prohibido olvidar: El Mozote

De la locura a la esperanza
Informe de la Comisión de la Verdad

Descripción de los hechos


El día 10 de diciembre de 1981 en la tarde llegaron al caserío El Mozote, Departamento de Morazán, unidades del Batallón de Infantería de Reacción Inmediata (BIRI) Atlacatl, después de haber tenido un encuentro con guerrilleros en las cercanías.

El caserío estaba formado por una veintena de casas situadas en un llano y agrupadas alrededor de una plaza. Frente a la plaza había una iglesia y detrás de ésta, una pequeña construcción, conocida con el nombre de “el convento” usada por el sacerdote para cambiarse cuando iba al pueblo a oficiar la misa. A poca distancia del caserío se encontraba una escuela, el Grupo Escolar.

Cuando llegaron los soldados encontraron en el caserío, además de los moradores, a otros campesinos refugiados de las zonas circundantes. Ordenaron salir a todos de las casas y los reunieron en la plaza; los hicieron acostarse boca abajo, los registraron y les formularon preguntas sobre los guerrilleros. Luego les ordenaron encerrarse en las casas hasta el día siguiente, con la indicación de que se dispararía contra cualquier persona que saliera. Los soldados permanecieron en el caserío durante la noche.

El día siguiente, 11 de diciembre, en las primeras horas de la mañana los soldados volvieron a reunir a toda la población en la plaza. Separaron a los hombres de las mujeres y los niños; y los encerraron en varios grupos en la iglesia, en “el convento” y en varias casas.

Durante la mañana procedieron, en diversos sitios, a interrogar, torturar y ejecutar a los hombres. Alrededor del mediodía fueron sacando por grupos a las mujeres, separándolas de sus hijos, y ametrallándolas. Finalmente dieron muerte a los niños. Un grupo de niños que había sido encerrado en “el convento” fue ametrallado a través de las ventanas. Después de haber exterminado a toda la población, los soldados prendieron fuego a las edificaciones.

Los soldados permanecieron la noche del 11 también en El Mozote. Al día siguiente pasaron por el caserío Los Toriles, situado a dos kilómetros de distancia. Algunos habitantes lograron huir. Los demás, hombres, mujeres y niños, fueron sacados de las casas, puestos en filas y ametrallados.

Las víctimas de El Mozote permanecieron sin sepultura. Durante las siguientes semanas los cadáveres fueron vistos por numerosas personas que pasaron por el lugar. En Los Toriles, los sobrevivientes dieron posteriormente sepultura a los cadáveres.

Los hechos precedentes

El Batallón Atlacatl llegó a El Mozote en el curso de una acción militar denominada “Operación Rescate”, que se había iniciado dos días antes, el 6 de diciembre, y en el que participaban, además, unidades de la Tercera Brigada y del Centro de Instrucción de Comandos de San Francisco Gotera.

El Atlacatl era un “Batallón de Infantería de Reacción Inmediata”, o BIRI, es decir, una unidad entrenada especialmente para el combate “anti insurgente”; la primera unidad de este tipo en la Fuerza Armada, y había concluido su entrenamiento, bajo la asesoría y supervisión de militares norteamericanos, a comienzos del mismo año de 1981.

Nueve meses antes de que se realizara la “Operación Rescate”, una compañía del Batallón Atlacatl, al mando del Capitán Juan Ernesto Méndez, había participado en una operación antiguerrillera en la misma zona norte de Morazán. En ese entonces fue atacado duramente por la guerrilla y se retiró con fuertes bajas sin haber conseguido el objetivo militar que se le había fijado. Este percance del flamante “Batallón de Infantería de Reacción Inmediata” dio lugar a comentarios y burlas de parte oficiales de otras unidades, que lo calificaron de “Batallón de Infantería de Retroceso Inmediato”.

La “Operación Rescate” tenía por objeto eliminar la presencia guerrillera en un sector reducido en el norte del Departamento de Morazán, dentro del cual se encontraban un campamento y un centro de entrenamiento de la guerrilla en el sitio denominado La Guacamaya.

El Coronel Jaime Flores Grijalva, Comandante de la Tercera Brigada, tenía a su cargo la supervisión de la operación. El Teniente Coronel Domingo Monterrosa Barrios, Comandante del BIRI Atlacatl, tenía el mando de las unidades participantes.

El 9 de diciembre se produjeron encuentros entre las tropas del Gobierno y los guerrilleros. Ese mismo día, una compañía del BIRI Atlacatl entró al Municipio de Arambala. Reunió a toda la población en la plaza, separó a los hombres de las mujeres y los niños. Encerraron a las mujeres y los niños en la iglesia y ordenaron a los hombres tenderse boca abajo en la plaza. Varios hombres fueron acusados de ser colaboradores de la guerrilla. Fueron amarrados, vendados y torturados. Habitantes del lugar encontraron luego los cadáveres de tres de ellos, muertos con arma blanca.

Hay suficiente prueba de la participación de unidades del BIRI Atlacatl en todas estas acciones. En el curso de la “Operación Rescate”, sin embargo, fueron realizadas otras ejecuciones masivas por unidades que no han podido identificarse con precisión.

En todos los casos, las tropas actuaron de igual manera: mataron a los que encontraron, hombres, mujeres y niños, y luego incendiaron las casas del poblado. Así sucedió en el cantón La Joya el día 11 de diciembre; en el caserío La Ranchería el día 12, y en el caserío Jocote Amarillo y el cantón Cerro Pando el día 13.

Hechos posteriores

La masacre de El Mozote se hizo de conocimiento público el 27 de enero de 1982, cuando los diarios New York Times y The Washington Post publicaron artículos de Raymond Bonner y Al Guillermoprieto, respectivamente, quienes reportaron la ocurrencia de la masacre. En el mes de enero, visitaron el lugar de los sucesos y vieron los cadáveres y las casas destruidas.

En el curso del año, varias organizaciones de derechos humanos denunciaron la masacre. Las autoridades salvadoreñas negaron que hubiese habido masacre alguna. No se inició ninguna investigación judicial ni se dio a conocer ninguna indagación por parte del Gobierno o la Fuerza Armada.

El 26 de octubre de 1990, por denuncia penal de Pedro Chicas Romero, se abrió un proceso penal en el Juzgado de Primera Instancia de San Francisco Gotera. En el proceso, que [a la fecha del informe de la Comisión de la Verdad] aún no había terminado, se tomó declaración a testigos promovidos por el acusador y, eventualmente, se ordenó la exhumación de los cadáveres, que proporcionó pruebas irrefutables de la masacre en El Mozote. El Juez solicitó repetidas veces del Gobierno la lista de los oficiales que participaron en la operación militar. Se le respondió que el Gobierno no disponía de esos datos.

Los resultados de la exhumación

La exhumación de restos en las ruinas de la pequeña edificación conocida como “el convento”, adyacente a la iglesia de El Mozote, se realizó entre el 13 y el 17 de noviembre de 1992.

Los elementos encontrados en “el convento” fueron analizados por los expertos antropólogos y luego estudiados minuciosamente en el laboratorio del Instituto de Medicina Legal de Santa Tecla y en el de la Comisión de Investigación de Hechos Delictivos por el Dr. Clyde Show (antropólogo forense), el Dr. Robert H. Kirshner (patólogo forense), el Dr. Douglas Scout (arqueólogo y experto en balística), y el Dr. John Fitzpatrick (radiólogo), en colaboración con el Equipo Argentino de Antropología Forense, integrado por Patricia Bernardi, Mercedes Doretti y Luis Fondebrider.

El estudio que realizaron los expertos condujo a las siguientes conclusiones:

1. “Todos los esqueletos recuperados así como la evidencia asociada a ellos fueron depositados en un mismo evento temporal (…) En este sitio no se encontró evidencia física que indique que el sitio pueda haber sido un cementerio clandestino en el que se hayan enterrado en distintos momentos a personas muertas.

2. Los sucesos que se investigan no habrían sucedido después de 1981. En “el convento” fueron halladas monedas y vainillas de proyectil indicando su fecha de fabricación. En ningún caso, esta fecha es superior a 1981.

3. En el convento, se encontraron restos óseos correspondientes a un mínimo de 143 personas. Sin embargo, el análisis de laboratorio realizado indica que “puede haber habido un número mayor número de muertos. Esta incertidumbre con respecto al número total de esqueletos es una consecuencia de las masivas lesiones peri mortem, el daño post mortem y el grado de mezcla de los restos. Muchos infantes podrían haber sido totalmente cremados; otros niños tal vez no fueron contados debido a la extensa fragmentación de las parte del cuerpo”.

4. Los restos óseos y los elementos encontrados en el convento muestran numerosos signos de daño producido por aplastamiento y por un incendio.

5. La mayoría de las víctimas eran menores de edad.

6. Los expertos determinaron en un primer momento, después de realizar la exhumación, que “aproximadamente el 85 % de las 117 víctimas eran niños menores de 12 años”, aclarando que una estimación más exacta de la edad de los individuos se haría en el laboratorio.

7. Allí fueron identificados los restos de esqueletos de 143 individuos, de los cuales 131 correspondían a niños menores de 12 años de edad, 5 a adolescentes y 7 adultos. Agregaron que “el promedio de edad de los niños es de aproximadamente 6 años de edad”.

8. Una de las víctimas era una mujer embarazada.

9. Aunque no fue posible establecer si todas las víctimas fueron introducidas con vida al convento, “puede concluirse que al menos una parte de ellas recibieron disparos de proyectil que bien pueden haber sido letales, en el interior de la vivienda”.

En varios elementos se apoya esta conclusión:

1. Se encontró “gran cantidad de fragmentos de proyectiles dentro de la vivienda (…) “La casi totalidad de la evidencia balística fue hallada en el nivel 3, en contacto directo o incrustados en los restos óseos, la vestimenta, enseres domésticos y el piso del edificio”. Además, “la distribución espacial de la mayor parte de los fragmentos de proyectil coincide con el área de mayor concentración de esqueletos y concentraciones de restos óseos”. La segunda y tercera áreas de concentración de fragmentos de proyectil, también coincide con la segunda y tercera área de concentración de esqueletos, respectivamente”.

2. “Sobre 117 esqueletos individualizados en el campo, 67 esqueletos tenían fragmentos de proyectiles asociados a ellos. En 43 esqueletos sobre este subtotal de 67, los fragmentos fueron encontrados en las zonas del cráneo y/o tórax; es decir, áreas del cuerpo en las que pueden haber provocado la muerte de estos individuos”.

3. “En por lo menos 9 casos, las víctimas recibieron disparos dentro de la vivienda, estando en posición horizontal, acostados sobre el piso. Los disparos se realizaron en una trayectoria de arriba hacia abajo. En por lo menos 6 de los 9 casos citados, estos disparos pudieron haber causado la muerte de las víctimas”.

4. “Al examinar directamente los esqueletos, sólo en unos pocos cráneos pudieron observarse heridas intactas de entrada de proyectil de arma de fuego, debido a le extensa fragmentación que caracteriza esta heridas de alta velocidad. La reconstrucción de cráneos identificó muchas más heridas de entrada pero relativamente pocas heridas de salida. Esto concuerda con la evidencia balística en cuestión, en el sentido de que la munición usada en este caso correspondía al tipo que se fragmenta al impactar, volviéndose esencialmente frágil. El examen radiológico de los huesos del cráneo demostró pequeñas densidades metálicas compatibles con fragmentos de proyectiles en 45.2 % (51/115)”

“En los huesos largos, vértebras, pelvis y costillas se observaron fracturas características de heridas producidas por arma de fuego de alta velocidad.”

5. Las armas empleadas para disparar contra las víctimas fueron fusiles M-16.

Como señaló el experto en balística, “fueron estudiadas doscientos cuarenta y cinco (245) vainillas servidas de arma de fuego recuperadas en el sitio 1 El Mozote. De ellas, 184 tenían sellos discernibles en la base de dichos cartuchos, que identifican estas municiones como manufacturadas para el Gobierno de los Estados Unidad en Lake City, Missouri. Treinta y cuatro (34) de estas vainillas servidas estaban lo suficientemente preservadas como para ser analizadas individualmente y también para establecer categorías de similaridad. Todos los proyectiles con excepción de uno (1), parecen haber sido disparados desde fusiles M-16 fabricados en los Estados Unidos”.

6. Por lo menos 24 tiradores participaron en el hecho. Lo hicieron “desde dentro de la casa, desde la entrada de la puerta, y probablemente a través de una ventana localizada hacia la derecha de la puerta.

Un elemento importante que se destaca en los resultados de los hallazgos, es que “no se encontraron fragmentos de proyectil en la pared externa oeste del muro de arranque”.

La evidencia anteriormente presentada es plena prueba de que las víctimas fueron ejecutadas sumariamente, tal como lo han afirmado los testigos.

Los expertos que realizaron la exhumación llegaron a la siguiente conclusión: “Toda la información señalada, apunta a la idea de un crimen masivo, donde no se encontraron evidencias que pudieran sustentar la posibilidad de un enfrentamiento entre dos bandos”.

Por su parte, los expertos que realizaron el análisis de laboratorio dijeron que “Las evidencias físicas de la exhumación de la casa del convento en El Mozote confirman los argumentos de un asesinato masivo”. Y sobre el mismo punto agregaron: “No hay evidencias para apoyar el argumento de que estas víctimas, casi todas niños pequeños, fueron parte de un combate o hubieran sido atrapados en un enfrentamiento de fuego cruzado. Por el contrario, la evidencia apoya fuertemente la conclusión de que fueron víctimas intencionales de una ejecución masiva extrajudicial.

Obstáculos encontrados por la Comisión de la Verdad en la investigación del caso

Antes de que la Comisión de la Verdad iniciara sus funciones, el Director de la División de Derechos Humanos de la Misión de las Naciones Unidas (ONUSAL) hizo gestiones eficaces ante el Juez de la causa para lograr que se designaran peritos extranjeros calificados.

La Comisión de la Verdad, desde el momento de su instalación, puso especial interés en procurar que la exhumación se efectuara en condiciones que garantizaran el necesario rigor científico e imparcialidad.

La Comisión, además, examinó las publicaciones, la documentación y los recaudos judiciales disponibles. Recibió testimonios directos de los testigos presenciales de los hechos y se hizo presente en el lugar de las exhumaciones.

La Comisión se dirigió tres veces sucesivas por escrito al Ministro de la Defensa y una al Jefe del Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada, en solicitud de información acerca de las unidades y los oficiales que participaron en la “Operación Rescate”, así como las órdenes, informes y otros documentos que existieran en los archivos en relación con la misma. Sólo se obtuvo como respuesta que no existían registros de la época.

Mención especial requiere la injerencia en este caso del Presidente de la Corte Suprema de El Salvador, doctor Mauricio Gutiérrez Castro. Cuando el 17 de julio de 1991, representantes de la organización Tutela Legal solicitaron al Juez de la causa que designara a expertos extranjeros calificados para realizar las exhumaciones, éste les indicó que requería para ello la aprobación del doctor Gutiérrez Castro. Sólo nueve meses después, el 29 de abril de 1992, luego de las gestiones de ONUSAL, procedió a su nombramiento.

El 16 de julio 1992, durante una visita que le hicieron los miembros de la Comisión de la Verdad, el doctor Gutiérrez Castro expresó que la exhumación que el juez de la causa había dispuesto que demostraría que en El Mozote “sólo hay enterrados guerrilleros muertos”.

Unos días después, el Tribunal de la causa decidió que la designación que había hecho de los expertos extranjeros no era válida sin un complicado procedimiento de consulta a gobiernos extranjeros a través de la Corte Suprema de Justicia, lo que condujo a que la exhumación estuviera a punto de realizarse sin su presencia.

El 21 de octubre, el doctor Mauricio Gutiérrez Castro se hizo presente en el lugar de las exhumaciones y, al dar su opinión sobre cómo debía procederse respecto de futuras excavaciones en la zona, expresó que debía ponerse cuidado en no “favorecer a una de las partes” (presumiblemente el Gobierno y el FMLN) “por las implicaciones de tipo político que encierra este proceso, que trasciende a lo que es de tipo jurídico”.

Conclusiones de la Comisión de la Verdad sobre el caso

Está plenamente probado que el día 11 de diciembre de 1980, unidades del Batallón Atlacatl dieron muerte en el caserío El Mozote, de manera deliberada y sistemática, a un grupo de más de doscientos hombres, mujeres y niños, que constituía la totalidad de la población civil que el día anterior habían encontrado en el lugar y que desde entonces tenían en su poder.

Los oficiales al mando del Batallón Atlacatl para el momento de la operación que la Comisión ha logrado identificar son los siguientes:

Comandante del Batallón: Teniente Coronel Domingo Monterrosa Barrios (fallecido); Ejecutivo: Mayor Natividad de Jesús Cáceres Cabrera (hoy Coronel) Jefe de Operaciones: Mayor José Armando Azmitia Melara (fallecido); Comandantes de compañías: Juan Ernesto Méndez Rodríguez (a esa fecha Coronel) Roberto Alfonso Mendoza Portillo (fallecido), José Antonio Rodríguez Molina (a esa fecha Teniente Coronel), Capitán Walter Oswaldo Salazar (a esa fecha Teniente Coronel), y José Alfredo Jiménez (a esa fecha prófugo de la justicia).

Está suficientemente comprobado que en los días que precedieron y siguieron a la masacre de El Mozote, fuerzas militares que participaban en la “Operación Rescate” masacraron a la población civil no combatiente en el cantón La Joya, en los caseríos La Ranchería, Jocote Amarillo y Los Toriles, y en cantón Cerro Pando.

Además del Batallón Atlacatl, participaron en esta operación, unidades de la Tercera Brigada de Infantería, cuyo comandante era el Coronel Jaime Flores Grijalva (hoy retirado) que además tuvo a su cargo la supervisión de la operación, y del Centro de Instrucción de Comandos de San Francisco Gotera, cuyo comandante era el Coronel Alejandro Cisneros (hoy retirado).

El Alto Mando de la Fuerza Armada, a pesar de haber tenido noticia de la masacre, y de ser ésta fácilmente comprobable por la profusión de cadáveres insepultos, no hizo o no dio a conocer averiguación alguna y negó reiteradamente su existencia. Hay plena prueba de que el General José Guillermo García, en ese entonces Ministro de Defensa, no promovió investigaciones que permitieran esclarecer los hechos. Hay prueba suficiente de que el General Rafael Flores Lima, en ese entonces Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Armada, tuvo conocimiento de la ocurrencia de la masacre y tampoco promovió ninguna investigación.

El Alto Mando tampoco tomó medida alguna para evitar la repetición de hechos similares, de manera que las mismas unidades fueron utilizadas en otros operativos y aplicaron procedimientos similares.

La masacre de El Mozote fue una violación seria del Derecho Internacional Humanitario y del Derecho Internacional de Derechos Humanos.

El Presidente de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador, Dr. Mauricio Gutiérrez Castro, ha tenido una injerencia indebida y negativa, con criterios políticos parcializados, en el procedimiento judicial que se sigue en el caso.

martes, 9 de diciembre de 2008

Jon Cortina - III aniversario


Hace más ruido un solo hombre gritando que cien mil callados... José de San Martín

“Según una antigua leyenda del Talmud que se remonta a los tiempos de Isaías, el mundo se sostiene gracias a treinta y seis justos, los llamados lamed-waf. Su nombre coincide con el valor numérico de sus letras en hebreo. Los lamed-waf se ocultan entre simples mortales, y son tan modestos que ni ellos mismos a menudo se dan cuenta de que son santos. Dispersos por el mundo, no se conocen entre sí. Pero si en una generación faltara uno solo de los justos se produciría un cataclismo cósmico que podría arrasar con la especie humana. Y es que, gracias a sus poderes místicos, los lamed-waf logran evitar muchos de los desastres, calamidades y padecimientos que los seres humanos se empecinan en producir a sus congéneres desde tiempos inmemoriales. Ellos se esmeran en pasar desapercibidos. Muy rara vez ocurre que, por algún accidente, un lamed-waf pueda ser descubierto…” Sonia Goldenberg


http://www.joncortina.org
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¿La hora de la justicia?


A los verdugos se les reconoce siempre.

Tienen cara de miedo.

Jean Paul Sartre

En estos últimos meses he visto imágenes que vale la pena comentar y que hasta hace poco eran casi impensables en El Salvador.

En junio y octubre, por primera vez en la historia de la maltratada justicia salvadoreña, ex - militares que ostentaron altos cargos durante el conflicto armado fueron citados a declarar ante la Fiscalía General de la República sobre las desapariciones de niños y niñas cometidas en los operativos de la Fuerza Armada. Y cosas sugerentes pasaron: uno de los citados se negó a acudir a la primera cita porque, en sus palabras, los familiares de las víctimas iban producir “un espectáculo”; algunos se hicieron acompañar por abogados de la Fuerza Armada – a pesar de ser ahora civiles comunes y corrientes y, según entiendo, sin derecho a trato preferencial alguno por parte de la institución castrense –; y más de uno sufrió un repentino ataque de amnesia o alzheimer al momento de declarar. Y sucedieron cosas digamos “normales” en estas tierras: tipos armados y malencarados en carros oficiales fotografiando a los familiares de los desaparecidos y rondando los alrededores de las oficinas de la FGR; reclamos de los citados para que se investigase también a la ex guerrilla; declaraciones de políticos advirtiendo sobre los peligros para la democracia, la reconciliación y la paz por las exigencias de justicia de un puñado de resentidos… En fin.

También vimos recientemente a ex militares que se sintieron obligados a marchar por las calles de San Salvador cuando el tema de la derogatoria de la ley de amnistía comenzó a ser discutido al calor de la campaña electoral. En esa ocasión, un general retirado despreció las demandas de justicia casi en los mismos términos con que descalificó hace quince años el informe de la Comisión de la Verdad. Esta marcha sin precedente culminó con un mitin de apoyo a un candidato a la presidencia quien, con palabras encendidas, reconoció la “valentía” de los militares durante el conflicto y les brindó las seguridades de mantener las mieles de la impunidad. Palabras más, palabras menos. Debe decirse, de paso, que por ese lado los ex militares no deberían preocuparse, pues su candidato y el resto de candidatos a la presidencia de la República han manifestado no estar interesados en promover la derogatoria de la ley de amnistía, a pesar de los reclamos de las víctimas y de la comunidad internacional.

Por último, al hacerse pública la presentación de una denuncia contra el ex presidente Cristiani y doce militares en la Audiencia Nacional española por el asesinato de los padres jesuitas y sus colaboradoras, se produjeron reacciones de rechazo bastante viscerales. El ex Presidente y al menos dos ministros de defensa de esa época respondieron con evidente molestia y con un rápido mutis a las naturales preguntas de los periodistas sobre esta acción judicial. Quizá les vino a la mente lo que Garzón le hizo a Pinochet, uno de sus más caros héroes.

Estos tres hechos deben, por lo menos, llamarnos un poco la atención. Algo está pasando.

Quizá los criminales sí deberían comenzar a preocuparse. ¿Serán estas las señales de que podría producirse un punto de inflexión en nuestra historia, de modo que a las escasas victorias contra la impunidad de estos quince años se sumen otras más importantes y profundas? No en balde el factor común de las reacciones ha sido el enojo, el rechazo y la prepotencia de los directamente involucrados; pero quizá exista algo más. ¿Hay, acaso, miedo?

Todo esto me trajo a la memoria una escena de hace un par de años. En una reunión con familiares de víctimas en Chalatenango, escuché el testimonio de un hombre cuya madre fue asesinada por militares y quien, por supuesto, no ha recibido justicia por tan irreparable pérdida. Fue impresionante ver a aquel hombre – treinta y tantos años, rostro curtido por el sol, fuertes manos acostumbradas al trabajo de la tierra – llorar de rabia e impotencia y repetir entre dientes: “¡Cobardes! ¡Cobardes!”. Supongo que dijo lo mismo cuando tuvo que enterrar a su madre cuando apenas salía de la infancia.

Cobardes.

¿Ha llegado la hora de la justicia? Quizá sea mucho pedir y mucho esperar en este país tan marcado por la impunidad, la complicidad, la indiferencia y el menosprecio a las víctimas.

Algunos quisiéramos ver a los principales responsables en Mariona o Zacatraz, pero sé que a la mayoría de los familiares no les interesa que los asesinos de sus seres amados se pudran en la cárcel. La mayor aspiración de muchos es la verdad y la reparación. Por supuesto, para ellos la justicia es importante, pero no una justicia retributiva – en términos del ojo por ojo – sino una justicia restauradora que les devuelva su dignidad como personas que fueron aplastadas sin misericordia por la barbarie y la fuerza. Simple como eso, complicado como eso.

Lo cierto es que la prepotencia, complicidad y la timidez de algunos, así como la debilidad de las instituciones, se tambalean de vez en cuando ante la fortaleza de estas víctimas. Ojalá estos hechos sean el anuncio de una “sacudida” de justicia en nuestro país, tan necesaria para creer y tan indispensable para construir el futuro.

Nos dice Sófocles que, en una causa verdaderamente justa, el débil vence al fuerte. La lucha de las víctimas por la verdad, la justicia y la reparación es la más justa de las causas en El Salvador, aunque no lo quieran reconocer ni los políticos ni los verdugos, y por más ofendidos que se muestren ante las acciones de las víctimas. Ojalá esta causa permita hacer realidad en nuestro país la afirmación de Carlyle: El fallo contra una maldad puede demorarse a veces uno o dos días, uno o dos siglos, pero es tan seguro como la vida, tan seguro como la muerte.

18 de noviembre de 2008

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